Sunday, September 03, 2006

Treinta años no es nada


Tal vez nada sintetiza mejor el quiebre de la democracia en Chile y las posteriores consecuencias que una frase de alguien a quien no recuerdo que dijo que lo esencial para entender los hechos acaecidos era comprender el comportamiento de una clase dirigente que de un dia para otro ve en peligro lo esencial para ellos; su patrimonio. Es desde ese hecho puro y simple, que cobra sentido lo absurdo de nuestra tragedia.

Chile hasta los sesenta era en la práctica un estado semi-feudal en que la mayor parte del territorio estaba ordenado en base a criterios que no habían sido modificados desde la colonia. El sistema de relaciones capitalistas solo era posible en el ámbito de las grandes ciudades, con lo que se generaba una distorsión brutal en las posibilidades de conseguir un desarrollo de tipo capitalista, principalmente porque el área que cubría el “mercado” era muy limitada.

Los esfuerzos de las manifestaciones políticas de la burguesía nacional por instalar una base de relaciones capitalistas mas amplias, genera un colisión brutal con la estructura de la propiedad agraria, colisión que impacta a toda la estructura de la propiedad en Chile.

Es ese sentido de lo precario de la propiedad lo que hace que la respuesta de esa clase dirigente ante los avances de las clases emergentes tenga ese sentido de profunda brutalidad con que nos impacta la dictadura. Es el señor feudal que decide reinstalar el orden que entendía como debido y para ello hace uso de una violencia que impenitentemente arrasa con todo lo que pueda reinstalar el peligro. Es esa violencia la que toca todo lo que se mueva en sentido contrario. Es esa violencia la que arrastra a Víctor Díaz , Rodrigo Pérez y al mismísimo Eduardo Frei Montalva.

Siempre me intrigó la fidelidad de mi abuelo hacia el antiguo patrón de un fundo que había desaparecido en Villa Alemana. El estaba a cargo de una extensión menor a una hectárea y nunca quiso realizar ninguna gestión para reclamar la propiedad de ese terreno. No voy a comentar la respuesta que me dio cuando se lo propuse, pero Uds. se imaginaran.

Mi padre, por su parte, cuenta que siendo niño, su padre había conseguido una cosecha de casi mil zapallos. Una vez maduros fue donde el patrón para que le prestara un viejo camión para llevarlos a Valparaíso para venderlos. El patrón le grito que que te crees que esos zapallos ya están vendidos y sin decir palabra mi abuelo se volvió a su casa a mascar su pena. Solo se limitó a ver como venia un camión y se llevaba el esfuerzo de un año y a contener a mi tío Juan que solo quería darle un escopetazo en la frente al maldito patrón.

Cuando pienso en lo escrito me da la impresión que Chile es demasiado reciente como para pedir algunas cosas que se piden a un país moderno. Chile en la modernidad no tiene más de cuarenta años. Despierta con la primera reforma agraria y continua con el proceso de sepultación de su aristocracia campesina y ve como nace una burguesía nacional incipiente, nacida con Pinochet y destetada por la Concertación.

En fin, creo que para tan poco tiempo hemos andado bastante rápido.

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