Monday, October 30, 2006

El Senador Canuto pondrá a su hijo de Diputado, será corrupción?


Me agarre con el viejo Narciso Irureta por el tema de la corrupción. Debe haber sido por allá por 1995. Yo creía que la derecha nos hacia un daño enorme acusándonos de corruptos cuando ellos se habían metido el país en el bolsillo y se lo habían llevado para la casa. Yo le insistía que debía bajarle el adjetivo a los temas extraños del comienzo de la democracia. El viejo me mandó a la mierda. Así, simple y sencillo.
Hoy a propósito de los acontecimientos en torno a ChileDeportes, entiendo al viejo vasco y estoy completamente de acuerdo. Lo que correspondía era mandarme a la misma mierda. Porque con el tema de la corrupción no puede haber segundas lecturas. Lo que corresponde es una actitud firme y decidida. Un no rotundo a la corrupción.
Los gobiernos de la Concertación, si bien han tenido enormes éxitos en variados campos, también tienen una estela muy larga y basta de acontecimientos rayanos en la corrupción o actos se sencilla corrupción. Se puede hacer un detalle de todos ellos (desmalezado, Dávila, Indemnizaciones, Aulas Españolas, Sobresueldos, Mop-Gate, etc.). Sin embargo lo esencial es tratar de encontrar la fuente de dicha corrupción para tratar de encontrar asimismo los caminos de solución para dicho problema.
La corrupción es esencialmente perversa para el sujeto político. Supone la utilización de funciones y medios propios de la estructura del Estado con el fin de conseguir provecho económico y político para un determinado grupo o persona. Resulta perversa pues desvirtúa la función para la cual se ha designado al ciudadano para que cumpla funciones a beneficio de la comunidad en general. En Chile, más aún, resulta perversa cuando se entiende que las actuales autoridades corresponden a una coalición de gobierno que representa una profunda respuesta ética y moral a un estado de cosas que contravenía hasta lo absoluto un ethos cultural e histórico propio de la esencia del ser chileno. Detrás del proyecto político de la Concertación han estado y están las esperanzas y oportunidades de la gran mayoría de los chilenos. Los hechos de corrupción ponen es serio peligro ese enorme capital político y ético.
A mi juicio, los actos de corrupción son posibles dada la estructura de la actividad política chilena. El profundo descrédito que se ejerció sobre las estructuras de los partidos políticos permitió que estos en la práctica casi desaparecieran. Si bien su desaparición era el objetivo de Pinochet y de la Dictadura, con el retorno a la democracia y con los acuerdos implícitos de esta, unidos a una fraseología manida de “las nuevas formas de hacer política”, lo que se hizo fue atomizar y jibarizar a los partidos políticos y principalmente a la DC, ya que tanto socialistas como PPD casi no existían. Esto permitió que en las estructuras partidarias se enquistaran grupos cerrados y modelos de caudillismos que han asumido grados de progresiva ferocidad, tanto en la consecución del poder como en su mantención.
No existiendo la vida partidaria, no es posible ejercer adecuadamente el control de la vida propiamente política, en la generación, evolución, control y reemplazo de los cuadros políticos.
No hay que escarbar demasiado para encontrar estructuras como las que sostienen al Senador Girardi, quien es seguido por su padre que es diputado, su hermana que es alcaldesa. El mismo Carlos Ominani quien se proyecta y acomoda su estructura para elegir a Marco Henriquez-Ominami como diputado. La DC tampoco está libre de una situación como esta, cuando el Ex Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle quiso colocar a su esposa Marta Larraechea como Alcaldesa de Santiago. Estas prácticas dan solo cuenta de partidos políticos esencialmente débiles, que se rinden con demasiada facilidad a los proto-caudillos que ocupan estas estructuras para generar poderosas maquinarias que no se atreven a compartir con nadie que no sea directamente de la familia. Este es el escenario donde campea la corrupción.
Los partidos han degenerado en asociaciones de corporaciones que se dedican a ejercer el poder. La corporación Ominami, la Corporación Laura Soto, la Corporación Girardi, son parte de una asociación de industriales de la política. Como todas las corporaciones son ávidas de dinero, pues sin dinero no tienen razón de ser.
Las “Nuevas formas de hacer politica” tan cacareadas por analistas de distinta especie y alcurnia, Ignacio Walker incluido, resultaron ser costosas campañas de marketing político que sepultaron para siempre la figura triste y sacrificada del militante de partido. Y como costosas campañas es necesario pagarlas y las corporaciones políticas recurren a lo único que tienen: el dinero del Estado.
Soy tremendamente escéptico de que esta situación pueda cambiar por generación propia. Creo que únicamente la pérdida del poder podrá coloca las cosas en su lugar.
No esperemos que venga un Lula, un Chávez o un Evo a arreglarnos las cosas.

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