Friday, August 26, 2005

Un aporte a la discusión

A mi articulo El Mito Economico de la Derecha, publicado en www.granvalparaiso.cl, que podran leer mas abajo, un señor aporta datos esenciales para un mejor entendimiento del tema.
COMENTARIOS DE LECTORES

* Las apariencias engañan
Hugo Latorre Fuenzalida

El articulista tiene mucha razón al decir lo que señala sobre el régimen de derecha neoliberal que gobernó a Chile en los 70 y 80. Pero le faltan las cifras para corroborar sus afirmaciones. Yo manejo algunas de ellas, que he ido recolectando en mis estudios sobre la realidad latinoamericana y chilena, por ende.

A modo de ejemplo, Chile tenía al iniciarse el Gobierno militar y de la derecha, una deuda externa de US$ 2.000 millones, aproximadamente. Al término del régimen, la deuda llegó a los US$ 24.000 millones, luego se renegoció una parte o se bajó a US$ 19.000 millones. Luego de aplicar una drástica política de privatización de empresas públicas, justamente para pagar deuda y recuperar una caja fiscal adecuada a las inversiones necesarias, la deuda externa no sólo no disminuyó, sino que al año 2005 ya bordea los US$ 50.000 millones, es decir, más del 60% del PIB (equivalente), lo que pone a Chile en el promedio de endeudamiento de los países de la región, en relación al PIB.

Esto se explica no por mayor endeudamiento público, sino porque las empresas transnacionales y nacionales que compraron las empresas que eran de todos los chilenos (y que no fueron consultados para aprobar esas transacciones), lo hicieron en más de un 75%, contratando deudas al exterior, normalmente con sus empresas matrices o socias. Como esas deudas deben pagarse con lo que se llama servicio de deuda externa, las cuentas y balances de esas empresas vienen arrojando pérdidas o reducción de sus utilidades, con lo cual disminuyen o anulan el pago de impuestos, y debido a esto, es el Fisco chileno el que termina pagando lo que vendió.

Los niveles de inversión durante la dictadura fueron tan bajos, que en las áreas de infraestructura, educación y salud, se cotejaba una desinversión interanual neta del orden del 9% para finales de los años 80. La distribución de la riqueza fue tan regresiva que sólo en el año 2004 los chilenos vinieron a recuperar el nivel de ingreso que tenían en 1971, y eso medido en ingreso promedio, pues como la equidad se fue al desaguadero, los salarios de las mayorías permanecieron largamente por debajo de lo que disfrutaban en los 70.

El crecimiento económico, medido a largo plazo, ha sido mediocre a malo. De hecho, durante el Gobierno militar, se alcanzó un promedio de crecimiento del producto por habitante, cercano al (-1%) y poco más del 2,2% en relación al PIB general. Si las cifras se toman a más largo plazo y las extendemos hasta el 2003, veremos que el PIB por habitante de este milagroso modelo chilensis, no ha superado el mediocre nivel del 3,1%, cifra que da un 5,3%, si se toma el PIB global.

Cierto, esta cifra es superior a la que tuvo Chile en la etapa de la industrialización sustitutiva, pero también debemos recordar que por ese entonces la población crecía más aceleradamente y el país no sufrió el endeudamiento que hoy presenta Chile, pues recordemos que uno se puede enriquecer, endeudándose o vendiendo su patrimonio, pero es un enriquecimiento espúreo, falso, de pantalla y no sincerado. Recordemos, igualmente, que las altas cifras de inversión bruta que exhibe Chile en algunos años de los 90 (en el boom), incorporan los ingresos de capital por inversión extranjera directa, es decir, incorporan como inversión el simple traspaso de capital de unos propietarios a otros, sin crear nuevas riquezas, lo que falsea la inversión real neta.

Los resultados han sido estructuralmente tan nefastos, que durante el furor del crecimiento económico de Chile (1986-97) los sectores de la economía incorporados a los altos negocios y al exterior, crecieron a un ritmo del 6,0% por habitante, representando no más del 30% de la población productiva, mientras que el restante 70% de la población laboral, esa que produce en la pequeña y mediana empresa, la que produce y compra para el mercado nacional y para el consumo popular, permaneció estancada durante todo el período, con tasas de crecimiento 10 veces menor (0,6% por habitante).

Aquí está la radiografía de la fractura social de Chile. Estas cifras son la verdad del modelo neoliberal. No hay nada para enorgullecerse, excepto que hemos sido muy ordenaditos para mantener un superávit fiscal, pero a expensas de postergar las necesidades sociales más evidentes y riesgosas.

Fíjense que Uruguay, tuvo un crecimiento de su PIB que fue la mitad del de Chile durante la década de los 90. Sin embargo, su política social más activa les permitió reducir la pobreza al mismo nivel que lo hizo Chile. Eso revela la tacañería social del régimen actual. Por eso es que las reformas no pasan de ser "reformitas" y los avances en muchas cifras están amparadas en ocultamientos de otros déficit no sincerados, como es el caso de las pérdidas globales que representan para Chile las cifras que se exhiben como ganancias en las inversiones y la producción minera privada. Así, de los US$ 13.000 millones que supuestamente han invertido, cerca de US$ 10.000 millones vienen en forma de deuda externa y han exportado un equivalente a US $ 46.000 millones en cobre y otros minerales, y no han aportado más de US$ 1.700 millones al Fisco, en una década de explotación de los yacimientos chilenos, cifra que responde a las declaraciones de una sola empresa en más del 90% de ese impuesto pagado (La Escondida).

Pero esos US$ 1.700 millones se ven neutralizados y sobrepasados por el crédito fiscal que tienen las restantes empresas ante SII, ya que cada vez que declaran pérdidas, éstas quedan apuntadas como crédito a favor de las empresas, es decir, que si alguna vez declaran ganancias, no tienen más que descontarlas de lo que SII les debe, y usted ha de saber, querido compatriota, que lo que les debe SII a las mineras privadas, alcanza a la escandalosa, incomprensible y vergonzante suma de US$ 3.500 millones. Es decir, que tienen para una década de no pagar ni un centavo de impuestos a Chile, y se podrán llevar nuestro cobre gratis.

Así como éstas, hay muchas cifras que aparecen en las cuentas globales, como activos productivos para Chile, pero en verdad corresponden a activos para las empresas extranjeras, y pasivos para nuestro país. De hecho, pregúntele usted al Presidente, dónde pagan sus impuestos las empresas españolas instaladas en Chile, luego del tratado firmado con Europa. Sí, señor, uno de los precios exigidos por Aznar para apoyar ese acuerdo, fue que las empresas españolas tributaran sus ganancias en España y ya no más en Chile. ¿Qué les parece?

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