Thursday, September 08, 2005

Larrain se equivoca nuevamente



Hernán Larrain fue por años el mejor amigo de Paul Schaefer y de los jerarcas de la Colonia Dignidad o Villa Baviera. Defendió a brazo partido a sus amigos poniendo su buen nombre de parlamentario a favor de una causa que contra viento y marea consideraba digna y justa. Los pobres alemanes, a su juicio, eran victimas del revanchismo de la izquierda y por ello era necesario llamar a sus otros amigos para que le ayudaran en la noble causa de defender a un grupo de ancianos emprendedores. Pero el tiempo a demostrado que Larrain se equivocaba y que esos viejecitos eran unas verdaderas bestias y que lo que el defendía era indefendible y que Paul Schaefer era un pedófilo de mierda y Larrain tuvo que esconderse y no dar las razones que le llevaron a tan férrea defensa y hacer un intento de disculpa patético ante la señora Raquel Correa en una entrevista a El Mercurio.

Hoy Hernán Larraín es promotor de una ley que permitiría conseguir grandes beneficios para los agentes del Estado que violaron atrozmente los derechos humanos, varios de los cuales están procesados y/o presos por los crímenes mas increíbles en la historia de Chile. Nuevamente Larrain presenta el tema como una lucha justa. Seguramente pretenderá convencernos de que sus intenciones son honestas y que lo que hace lo hace por el bien del país. Seguramente en los próximos días presenciaremos ataques francamente lacrimógenos para conseguir los votos de algunos otros senadores, con el objeto de propiciar la aprobación de la bendita ley. Pero no me saco de la cabeza el tema de Schaefer y la Villa Baviera y quiero comprender que Larrain no tiene calidad moral para pretender defender a nadie y no porque alguien no tenga derecho a equivocarse sino porque nadie puede pretender seguir convenciéndonos que la realidad que todos percibimos es distinta a la que el puede ver y que, gracias a su investidura de parlamentario, está en condiciones de guiarnos hacia la consecución de la paz social mediante la absolución de los sayones de la dictadura.

Larrain no tiene calidad moral ni ética para girar a cuenta de nuestra confianza. Larrain no tiene la visión ni la entereza moral para pretender que le sigamos en esta aventura. Solo le podrán seguir en esto sus secuaces, como los que iban a Parral, y los imbéciles que no leen los diarios y los viejecitos que han perdidos las ganar de vivir y que se compran cuentos de un señor que hace diez años nos decía que Paul era un buen hombre, riéndose de los niños violados hasta la saciedad en una tierra que Larrain ayudo a mantener fuera del marco de la ley y del control de nuestra comunidad.

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