Soy de la generación de los que esperábamos Sábados Gigantes para espantar un poco el horror de los ochenta. Sufrí altas dosis de trova cubana y abomine de Miriam Hernández por vendida, carente de sentido y compromiso, porque hacia una canción que no servía para la causa y que era funcional al régimen. La odié más cuando manifestó su apoyo a ese pobre hombre que insiste con ser presidente de Chile. Siempre me pareció afectada, un poquitin falsa. Pero este Sábado, que no era precisamente gigantes, me cantó directamente ahí, frente a mi cara y debí reconocer que algo nos reunía, que éramos parte de lo mismo. Que tanto ella como yo quisimos dejar de ser aquello para lo que estábamos destinados. Quizás a ella le haya ido un poco mejor que a mí, que siempre quise ser famoso. Pero la vida destina para cada quien lo suyo y todavía no me quejo de la mía. Por lo tanto debo reconocer que, pese a Caetano Veloso , pese a que busque y encontré música de la diva de Cabo Verde, pese a María Bethania, pese a Amalia Rodríguez , me encanta Miriam Hernández y canté y disfruté todas sus canciones y me gaste dos tarjetas de la cámara digital con fotos de la bella señora en el recital que nos dio este fin de semana en Espacio Riesco o “espacio Riesgo” como dice un amigo de quien debo guardarme el nombre. Que disfruten la foto.
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